jueves, 26 de febrero de 2015

Un fin de semana en Burgos Capital

Si pensamos en Burgos, lo primero que se nos viene a la cabeza es su famosa catedral, pero esta capital de provincia tiene mucho que ofrecernos para pasar un estupendo fin de semana. 

La Catedral es visita obligada. Fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 1984 y es uno de los mejores ejemplos del gótico en España. Lo ideal es rodearla entera para disfrutar de su esplendor. A los niños les encantará conocer la leyenda del Papamoscas, un autómata situado en lo alto de la nave mayor que todas las horas en punto abre la boca al tiempo que mueve su brazo derecho para accionar el badajo de una campana.
La Catedral de Burgos recibía todos los días una visita real de incógnito. Era el rey Enrique III el Doliente, que acudía diariamente a rezar. Un día, vio a una hermosa dama que se había arrodillado frente a la tumba de Fernán González. Todos los días cuando el rey entraba en la Catedral, buscaba con su mirada a la bella mujer. Durante mucho tiempo la siguió hasta su casa sin ser capaz de hablar con ella. Pero la muchacha, que se había dado cuenta, decidió intentar que el joven rey le dedicara unas palabras. La hermosa joven pasó a su lado y dejó caer su pañuelo. Enrique III se apresuró a cogerlo, lo guardó a la altura de su pecho y le dio a la joven un pañuelo suyo.Ella esperó que él le dijera algo pero éste bajó la mirada y no supo pronunciar palabra alguna. La muchacha se marchó con un doloroso lamento que se le clavó en la memoria al rey sin poderlo ya desterrar. A partir de entonces, la muchacha nunca volvió a aparecer por la catedral, a pesar de que el monarca pasó días esperándola y buscándola por los rincones del templo. Deseando retener la visión de la joven en su memoria, encargó a un artesano que fabricara un reloj para la catedral. Éste debía reproducir los rasgos de la muchacha en una figura que, además, al dar las horas, lanzase un gemido como el que él había escuchado y no podía borrar de su recuerdo. Desgraciadamente, el artífice no lo logró y realizó el muñeco conocido como Papamoscas. A la hora de reproducir su lamento solo logró que el muñeco lanzase un graznido, que años después se optó porque desapareciera.
Otra curiosidad de esta Catedral es que en el suelo del crucero reposan los restos del Cid Campeador y su esposa Doña Jimena. Alucinarán con las vidrieras si el día es soleado.

Si subís por la calle Fernán González un mirador permite contemplar la grandiosidad de este templo. El entorno de la Catedral mantiene el encanto medieval. Toda esta zona es peatonal, por lo que se puede pasear por sus calles sin problemas con los peques. Hay muchas tiendas y bares de tapeo, por lo que es una opción a la hora de comer o cenar. La mayoría de estas calles confluyen en la Plaza Mayor, antes llamada Plaza del Mercado Menor.

En la Plaza Mayor, bajo la Casa Consitorial, un paso porticado nos da acceso al paseo del Espolón. Es un paseo arbolado y ajardinado. La palabra espolón viene por tratarse de unos terrenos inundables a orillas del río Arlanzón; por lo que fue elevado mediante estribos y contrafuertes para protegerlo de las crecidas del río. En un extremo de este paseo encontramos el Arco de Santa María y en el otro el Palacio de la Diputación y el Teatro Principal. La fachada del Teatro Principal da a la plaza de Mío Cid donde encontramos la la estatua ecuestre del Cid. A los peques también les encantará que les narréis sus hazañas.

Muy cerca esta la plaza de la Libertad donde encontramos la Casa del Cordón, llamada así por el cordón franciscano que recorre su fachada. En esta casa se alojaron muchos reyes e infantes; además en ella fue donde se recibió a Colón a su regreso de su segundo viaje a América y donde falleció Felipe el Hermoso (marido de Juana La Loca).

Otra opción es desde la plaza de Mío Cid, cruzar el puente de San Pablo y llegar al complejo de la Evolución Humana. El Museo es el edificio central y muestra de forma sencilla y visual las investigaciones sobre el origen y la evolución del hombre en el planeta Tierra.

Ya que estamos en Burgos, debemos aprovechar y visitar el Real Monasterio de las Huelgas. En su interior encontramos uno de los museos textiles más importantes del mundo, el cual cuenta con valiosos vestidos y telas medievales, parte de la indumentaria civil entre los siglos XI y XIII. El Monasterio se fundo en 1187 por Alfonso VIII para que alojara el panteón real. La originalidad de este monasterio cisterciense consiste en que en su interior conviven en armonía elementos de arte cristiano con construcciones típicas musulmanas. Cierra los lunes y los miércoles y jueves por la tarde es gratuito. 
Otra buena opción es ir al Castillo. Sus murallas sirven de miradores excepcionales. Está en el cerro de San Miguel elevado 75 metros sobre el nivel de la ciudad. Pueden visitarse el pozo y las galerías subterráneas, conocidas como Cueva del Moro.

Ni que decir tiene que cualquier momento del viaje es bueno para un pinchito de morcilla o de queso de Burgos o si nos pide el cuerpo dulce unas perrunillas... Y ya os dejo de contar cosas, que lo mejor es que vayáis a descubrirlo vosotros mismos.


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